Me gustaría postularme a una nueva tarea educacional, concretamente a la de supervisora de centros. A mí me resulta muy interesante evaluar el nivel en el que se encuentran los institutos.
Para mí sería un paso muy interesante a la hora de ir escalando hasta llegar a la raíz del problema, y no, con ello no quiero decir que quiera hacerme política, para nada. No se trataría de salir de lo que verdaderamente me gusta, que es la educación, y sin duda, afiliarme a algún partido sería dar un paso atrás.
Pero revisar el trabajo, supervisar lo que más me gusta, es una nueva meta. Todo ello viene porque esta semana estamos pendientes de la visita de nuestro supervisor de zona y todo el mundo anda ajetreado haciendo las cosas “por segunda vez” en el año, bien. A veces da la sensación de que tristemente, las cosas van bien cuando tienes un par de ojos en tu nuca.
En cuanto al puesto de supervisor, imagino que tendría que informarme pero básicamente sería visitar uno por uno los centros asignados y cerciorar que todo se realizase correctamente, en caso contrario, debería abrirse parte e investigar. Tal y como diría una amiga neoyorkina que está pasando unos días en casa “Awesome”.
Resulta curioso que, a pesar de los años que llevo impartiendo clases, sea para mí tan desconocido este trabajo para mí. Recuero que en los anteriores institutos donde trabajaba el supervisor únicamente hablaba con el director. Lo sabíamos porque éste nos lo decía pero allí nadie se enteraba. Imagino que habrá muchos tipos de supervisores como todo en esta vida. Concretamente, yo hablaré con este personaje que ha entrado en mi vida como aire fresco. Ya os contaré.
Cuando uno quiere iniciar nuevos proyectos siempre tiene alrededor a dos tipos de amigos: aquellos que te animan incondicionalmente y aquellos que objetivamente te recuerdan los pros y los contras. No digo ni que unos sean mejores ni que otros sean peores, simplemente digo que hay amigos que son objetivos pase lo que pase y otros que apoyan ciegamente cualquier proyecto. 
